jueves, 10 de septiembre de 2015

93 años !

       



    Ada, nos invita a pasar a su casa, nos invita un café, ocho años que no la veíamos, nos reconoció inmediatamente, siendo sincero, me sorprendió su memoria, al principio del encuentro, pensé que nos llevaba la corriente, puesto que la saludamos primero, pero no era así, si nos recordaba, recordaba a mi esposa: la hija de Roberto!

     Ada, peinaba a la niña de pelo ensortijado se lo desenredaba y peinaba, eso no es tarea de hombres, pues su padre: Roberto, no lo hacía y la niña en su primer viaje a Italia, con su padre, jugaba y corría libremente en Tussio, en la región de Abruzzo, con esa maraña en la cabeza, las calles de Tussio, son de piedras, las casas, mas italianas y simpáticas: imposible, con ese aspecto a tranquilidad y antiguedad, quien sabe, cuantas veces la peinó, pero fue lo suficiente, para recordarla después de tantos años, ahora con el pelo planchado o alisado, que memoria! Donde se almacenan tantos recuerdos?  Qué los ayuda a flotar, a salir del fichero donde se encuentran?  No lo se, hasta los neurólogos, aún tienen problemas para determinar, en que lugar del cerebro, se guardan los recuerdos, las imágenes, las voces, las caras..., pero Ada, nos recordó, entramos a su casa, impecable por cierto, sus paredes con un tono crema, al lado izquierdo, inmediatamente a unos pasos adentro de la casa, una escalera hacia las habitaciones, seguimos derecho por el pasillo y llegamos a la cocina, en el centro, una mesa de pantry de seis puestos, la cocina, tiene una ventana que da hacia la calle y cruzando la calle, la casa de don Roberto, el nonno, el pure, como aquí lo llamábamos; me refiero aquí a Venezuela. La invitación fue a tomar café e inmediatamente, después de ofrecernos sentarnos, comenzó el ritual, tomó un frasco de vidrio, que estaba guardado en uno de los muebles, en la parte superior de la cocina, tomó una cafetera, que aquí llamamos greca o moka, la desenroscó, y le colocó agua, seguidamente desenroscó la tapa del frasco de vidrio y la fragancia del café, no tardó en hacerse sentir, en marcar el ambiente de la cocina, Ada continuó, y con una cuchara, colocó el café en el filtro, unió las dos partes de la cafetera y la montó sobre la hornilla, unos minutos después, comenzó ese sonido particular, del agua caliente subiendo, empujada por la presión del aire a alta temperatura, ese choque de burbujas, en carrera por el tubo del filtro y atravesando las partículas del café y liberando ahora, los aromas, aaahhh ! Que delicia, que espectáculo. Ahora otro ritual: lo sirvió, lentamente, en cada una de las tazas, diría un lujo de tazas, se engalanó, definitivamente, se inclinaba ligeramente, y apuntando hacia el centro de cada taza, dejaba caer el chorro humeante, de tan preciada bebida, una vez, servidas, se sentó, nos señaló el azúcar, cada quien tomó su taza y con gran majestuosidad, ella, con delicadeza, sorbo a sorbo, lo disfrutaba y conversaba con lucidez, ahí lo entendí, no necesité de explicaciones científicas de los efectos del café, de sus años, para el momento, no se cuantos tenía tomando café, pero, lo que me quedó claro, que su memoria intacta, sus recuerdos, su lucidez, estaban muy ligadas a esa increíble bebida, en casi 93 años.


                           José Luis Araque 

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